Amalia aprehendió ese momento como una despedida, pero no de esas tristes y llenas de lágrimas que inundan y ahogan la atmósfera, sino de aquellas con buenos deseos y buenas intenciones por delante del resto de sensaciones; pese a su dolor, la serenidad de Damián era su más grande interés.
Habían pasado varias semanas desde su último encuentro, ni decir de la última vez que se miraron a los ojos con ternura. Sin embargo, tenerlo frente a ella le ayudó a inclinar la balanza y refrendar sus sentimientos, pues no era fácil borrar de su memoria la manera tan particular de conocerle, menos arrancarse su olor de la piel.
No estaba segura de lo que había sucedido con Damián. Tenía enojo hacia él, hacia ella misma y hacia las miles de situaciones causantes de heridas todavía dolientes. Conocía historias miles de amores muertos a manos de la costumbre, pero ahora había descubierto el verdadero vínculo con Damián y podría jurar, iba más allá de la monotonía y lo común de sus encuentros.
A paso lento, Damián casi daba vuelta en la esquina mientras Amalia ya había realizado el escabroso análisis de su historia junto a él. Cuando regresó de la introspección lo miró en la lejanía con cierto aire de ternura, veía su andar sin perder sus pasos por última vez, suspiró por la sombra de la delgada figura de Damián reflejada en la misma banqueta que sostenía sus pies cobijados por sus zapatitos negros.
Damián caminaba al ritmo marcado por el aire que acariciaba sus cabellos tan desalineados como él. Se alejaba como en cámara lenta, como si no se quisiera ir; sin embargo, no volteó la mirada hacia donde minutos antes había terminado su historia al lado de aquella niña con ojos de almendra, como solía llamarla.
Después de ese momento ya nada era predecible. Amalia lo sabía y le causaba cierto temor. Entonces, se despidió de su amigo, cómplice o lo que fuese. También sintió un estruendo en el corazón pues a partir de ese momento lo común se tornaba extraño a la velocidad de la luz…
Habían pasado varias semanas desde su último encuentro, ni decir de la última vez que se miraron a los ojos con ternura. Sin embargo, tenerlo frente a ella le ayudó a inclinar la balanza y refrendar sus sentimientos, pues no era fácil borrar de su memoria la manera tan particular de conocerle, menos arrancarse su olor de la piel.
No estaba segura de lo que había sucedido con Damián. Tenía enojo hacia él, hacia ella misma y hacia las miles de situaciones causantes de heridas todavía dolientes. Conocía historias miles de amores muertos a manos de la costumbre, pero ahora había descubierto el verdadero vínculo con Damián y podría jurar, iba más allá de la monotonía y lo común de sus encuentros.
A paso lento, Damián casi daba vuelta en la esquina mientras Amalia ya había realizado el escabroso análisis de su historia junto a él. Cuando regresó de la introspección lo miró en la lejanía con cierto aire de ternura, veía su andar sin perder sus pasos por última vez, suspiró por la sombra de la delgada figura de Damián reflejada en la misma banqueta que sostenía sus pies cobijados por sus zapatitos negros.
Damián caminaba al ritmo marcado por el aire que acariciaba sus cabellos tan desalineados como él. Se alejaba como en cámara lenta, como si no se quisiera ir; sin embargo, no volteó la mirada hacia donde minutos antes había terminado su historia al lado de aquella niña con ojos de almendra, como solía llamarla.
Después de ese momento ya nada era predecible. Amalia lo sabía y le causaba cierto temor. Entonces, se despidió de su amigo, cómplice o lo que fuese. También sintió un estruendo en el corazón pues a partir de ese momento lo común se tornaba extraño a la velocidad de la luz…
1 comentario:
hola compañera blogüera
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